Ex Novo. Ciudades de nueva planta. Etruscos
Cuando Roma fundaba una ciudad desde cero «ex novo» en una provincia, repetía un ritual enraizado en la tradición etrusca, a la vez que aplicaba unos esquemas de organización espacial, herederos de los principios de la urbanística helénica.
Distinto era cuando construían sobre lo existente, sobre “oppidum”, entonces trataban de adaptar el lugar a su estilo de ciudad.
Los etruscos poseían libros rituales, “ritus estruscus” con preceptos exactos para realizar la ceremonia fundacional de una ciudad que era un acto sustancialmente religioso.
Los relatos míticos de la fundación de Roma muestran a Rómulo oficiando precisamente esos ritos ancestrales de origen etrusco.
Las condiciones que debía cumplir el solar, al menos en teoría, fueron sintetizadas por Vitrubio. (c. -80/70 a.C – c. -15 a.C.).
Para este autor, que toma a su vez ideas propuestas por Hipócrates (c.460 a.C. – c. 370 a.C.) y Aristóteles, (384 a.C. – 322 a.C.) el lugar elegido debía ser elevado, no demasiado húmedo y de clima templado, sin que en sus alrededores existieran pantanos para evitar las insalubridades de estos lugares.
Sin embargo, estos preceptos parece que no siempre fueron tenidos en cuenta: la misma Roma se fundó frente a unas marismas.
Y esto ha sido así por la relevancia que se le ha dado a las revelaciones divinas tal y como se aprecia a través del papel jugado por Delfos (era el lugar del oráculo de dentro del recinto sagrado dedicado al dios Apolo) en la fundación de las colonias helenas, o a través de los ritos sacrificiales empleados para elegir el emplazamiento de una nueva ciudad.
Para ello se tenía en cuenta una serie de factores:
-que haya un río en la zona
-que sea un lugar estratégico
-que sea fácilmente defendible
-que las tierras de alrededor sean fértiles
-que haya abundante madera
-que esté bien comunicado, y si no, que sea posible construir caminos
Augur
El augur, era una especie de sacerdote con poderes de adivinación y predicción.
Comenzaba con la plegaria, a través de la cual el “augur” determinaba el tipo de signos que buscaba, así antes de proceder a trazar el perímetro, el “augur” consultaba los presagios para comprobar que el lugar elegido era aprobado por los dioses.
Después, en un proceso llamado “conregio”, trazaba sobre el suelo un diagrama al tiempo que recorría todo el espacio ante sí con la mirada “contemplatio”, un rito de observación del cielo para ver si hay alguna señal divina.
Si todo parece correcto, el «augur» disectará un águila, o cualquier otra ave disponible, incluso un pollo, examinará sus entrañas y dependiendo de éstas decidirá si el agua y el aire de la zona es saludable, formando así el “templum”.
A continuación, en el punto central del espacio seleccionado se abría una fosa circular o “mundus” con ofrendas y tierra traída de los lugares de procedencia de los fundadores.
Esta fosa se cerraba con una piedra cuadrada en torno a la cual se ubicaban los estandartes militares, si se trataba de una “deductio” de veteranos del ejército.
Perímetro
El “sulcus primigenius” según G. Moscara
Para la delimitación del perímetro de la ciudad se empleaba un arado de bronce tirado por una yunta de bueyes blancos conducidos por un “sacerdos”.
Se necesitaban dos reses, un toro y una vaca, blancos y que preferentemente nunca antes hayan llevado el yugo.
Se enganchan los animales a un arado de bronce, el toro símbolo de la masculinidad, la guerra y la fertilidad, iba por fuera; la vaca, evocadora del cuidado del hogar, por dentro. Comenzaba desde el extremo sudoccidental de la ciudad, en sentido contrario a las agujas del reloj
La primera fase del trazado era la obtención de la dirección Norte Sur solar, mediante el “gnomon” (Vitruvio, libro I cap VI) (dibujo de G. Moscara).
La reja marcaba el surco originario “sulcus primigenius”, donde se debía levantar la muralla-, y señalaba el “pomerium” o perímetro de la futura ciudad.
En los lugares donde se situarían cada una de las tres puertas, se levanta el arado para que no haga surco. En latín levantar se dice “portare”, de ahí el término puerta.
Debían tener cuidado de llevar la yunta de manera oblicua, para intentar que toda la tierra que salga caiga del lado interior de lo que será la ciudad.
Si algo caía fuera, trabajadores elegidos para ello la meterán dentro.
Tanto el surco como el montón de tierra levantado con el arado se consideraban sagrados, en línea con la tradición etrusca.
El “pomerio” era una franja de tierra fuera de la muralla que se constituía en espacio sagrado, habitado por los dioses patrios.
Nadie podía vivir allí ni cultivar la tierra, la entrada con armas estaba prohibida.
Dentro del recinto no podía haber enterramientos ni culto a dioses extranjeros. Esta ceremonia de la arada ritual se llamaba “inauguratio” en honor del “augur”.
No solo la fundación de ciudades estaba cargada de un enorme peso ritual, también la destrucción de las mismas lo tenía, debía ritualizarse su destrucción. En este caso, se conducía un arado en el sentido de las agujas del reloj por los límites de la ciudad arrasada.
Hispania
En Hispania existen testimonios numismáticos que conmemoran la fundación de algunas colonias. En las monedas fundacionales de Celsa, Emérita y Caesaraugusta se representa al “sacerdos” con el bastón en la mano izquierda y el arado en la derecha dirigiendo la yunta de bueyes que marcaría el “pomerium”.
El agrimensor, trazaba una cruz en el círculo, utilizaba unos aparatos de medición “groma”, que era una especie de escuadra, el aparato de nivelación esencial de los agrimensores de la antigua Roma junto al “schiotherum”.
Además de la fundación de la ciudad, era muy importante delimitar sus “termina”, mediante los que se delimitaba el espacio de la ciudad.
La erección de un “terminus” se acompañaba de un complejo ritual, descrito por Sículo Flaco, que incluía la excavación de un hoyo, una fosa circular para depositar un sacrificio. En general, este ritual recuerda al de la confección del “mundus” en el centro de la ciudad.
Ese círculo simbolizaba la redondez del mundo, en la que se depositan los restos del águila, algunas ofrendas y una caja con tierra de los lugares de origen para mostrar que se llevaban los dioses a la nueva morada.
Se tapa el foso y se coloca sobre él una piedra cuadrada, si hay legionarios veteranos, se pondrán los estandartes alrededor de la piedra que servirá de altar y sobre ella se encenderá un fuego, el “focus”.
En ese momento se bautizará la ciudad, queda el último ritual, el “consecratio” que era un sacrificio para dedicar la ciudad a los dioses Júpiter, Juno y Minerva.
Ya se puede ordenar el plano de la ciudad y su “territorium”.
Cardo y Decumanus
En el momento de efectuar la delimitación: se establecían tres zonas: sagrada, pública y residencial.
La división cuatripartita del “templum” se materializaba en el terreno a través de dos ejes, el trazo E-O marcaba una calle principal denominada “decumanus maximus”, y el trazado N-S formaba el “cardo maximus”.
La denominación “cardo-decumanus” se utilizaba en las divisiones del catastro agrícola, aunque por comodidad y costumbre se sigue llamando así a las calles de la ciudad.
La ciudad quedaba dividida en cuatro regiones: siniestra, dextra, antica y postica. Esta división del espacio recibía el nombre de “limitatio” dentro del ceremonial que venimos analizando.
Por último se llevaba a cabo la “centuriación”, o división del territorio en centurias o parcelas cuadradas, que la realizaban los agrimensores estableciendo la cuadrícula para luego hacer el reparto entre los colonos.
Forum
En el lugar de intersección del “cardo” y el “decumanus” se abría el espacio de “fórum” desde donde partían las calles principales que iban a dar a las cuatro puertas de la ciudad. Todas estas operaciones constituían la “orientatio”.
Al comienzo el foro era una simple plaza pública, un espacio vacío, donde los comerciantes ponían sus puestos de venta, más tarde las cambiaron por tiendas construidas y desde el siglo III a.C., las ciudades del sur de Italia delimitaban los espacios rodeándolos con columnatas, a imagen de las ágoras griegas, de esta forma las tiendas quedaban bajo la zona aporticada, por lo general rectangular y de uso exclusivamente peatonal.
El centro era el ombligo “el umbiliculus” del lugar.
En el “fórum” se levantaban los principales edificios de carácter públoico relacionados relacionados con la religión, la vida municipal y el ocio, colmo la “Basílica”, un edificio civil de espacio único, rectangular, cuando contaba con tres naves, el patio central estaba en general descubierto. Tenía funciones de mercado, a semejanza de las lonjas medievales, dando un lugar cubierto, donde era posible tratar asuntos de negocios.
También se instalaba el tribunal de justicia, que acabo siendo la actividad preponderante dentro del edificio de la “Basílica”.
Estaba también la “Curia”, donde se reunía el senado local, una gran sala rectangular más pequeña que la “Basilica” pero de mayor importancia simbolizaba a la “urbs” romana.
El “Templo” era el capitolio de culto imperial especialmente consagrado a la Tríada Capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, que para dominar el espacio del foro se construía sobre una plataforma (desde ella los magistrados arengaban al pueblo) con una escalinata que la precedía y la “curia” o sede del Senado eran los edificios básicos en la constitución de un “fórum” que podía ser provincial (para el gobierno de la provincia, por tanto ubicado en la capital) o local (con edificios dedicados a la administración de la colonia o municipio).
En las proximidades del foro se encontraban los mercados y los edificios dedicados al ocio y los espectáculos: termas, circo, anfiteatro y teatro.
Normalmente la ciudad se rodeaba con una muralla que tenía cuatro puertas en los extremos de las dos vías principales.
Calles y manzanas
Las calles secundarias de la ciudad se trazaban en paralelo con las dos principales y daban lugar a las ”insulae” o “manzanas” que servían de solares para las viviendas privadas o para distintos edificios públicos (termas, gimnasio, etc.).
Las “insulae” podían ser cuadradas o rectangulares. Cuando tenían el lado más largo paralelo al “cardo maximus” la disposición era “per strigas”, pero si los lados largos eran paralelos al “decumanos maximus”, la ordenación era “per scamna”.
La fórmula ritual última era la “consecratio” en la que el sacerdote “pontifex” realizaba un sacrificio a los dioses capitolinos: Júpiter, Juno y Minerva.
Los tamaños no eran fijos, en Italia las manzanas eran en general de 84 a 92 metros de lado, mientras que en ciudades como Barcelona “Barcino” o Badalona “Baetulo” eran de la mitad.
Ciudad y territorio
Este ritual de fundación descrito por los autores antiguos (Vitrubio, Higinio, etc.), se completaba con la división del “territorium” de la ciudad, que se repartía entre los colonos fundadores mediante parcelas cuadradas de 710 m siguiendo los ejes varios “centuriatio”.
Tanto en el mundo etrusco como en el romano, la fundación de una ciudad se hallaba impregnada de sentido religioso y toda fundación urbana debía vincularse a un héroe fundador convertido en protector de la nueva ciudad.
A partir de César (100 a.C. – 44 a.C) y Augusto, (63 a.C. – 14 d.C.) este patrocinio fue atribuido a los emperadores como ordenadores del orbe. Es bien sabido que el sistema aquí presentado se aplicaba sólo cuando Roma podía proyectar sin trabas sus principios urbanísticos en un determinado lugar porque, en numerosas ocasiones, se vio forzada a aprovechar un “oppidum” preexistente con los condicionamientos que ello implicaba. Fue, por tanto, un modo de actuación adoptado por las ciudades creadas “ex novo”(ciudades de nueva planta).
A menudo, la elección de un lugar para establecer una ciudad venía marcada por su valor estratégico en la encrucijada de antiguos caminos o por su situación junto al paso de un río.
Se valoraban también las ventajas de carácter topográfico como las colinas ligeramente elevadas o los terraplenes aptos para edificar las gradas de un teatro o de un anfiteatro, con lo que se evitaba una importante partida de gastos en la construcción de tales edificios públicos.
Agua, presas y acueductos
Una cuestión de máximo interés para la ubicación de un núcleo urbano era la posibilidad de disponer de agua abundante en manantiales y fuentes próximas. Los ingenieros romanos aplicaron todo su saber en la realización de presas, conducciones hidráulicas subterráneas y acueductos. En la península Ibérica hay ejemplos espléndidos en Segovia, Tarragona y Mérida.
Ciudad Romana. Civitas
La ciudad romana era, en suma, un núcleo integrado donde la funcionalidad y la monumentalidad se fusionaban configurando unos espacios interiores que se abrían, mediante dos arterias principales, al mundo exterior de la ciudad. Al lado de esas calzadas, en las salidas del recinto, se establecían las necrópolis, ya que la ley romana prohibía realizar enterramientos dentro del núcleo urbano.
Conviene recordar la influencia que el estatuto legal de una ciudad pudo tener en la organización del espacio urbano y en la suntuosidad de sus monumentos.
La municipalización, es decir, la existencia de lugares con categoría de colonias y municipios que constituían el grupo de las “civitates” privilegiadas, no significó necesariamente urbanización, aun cuando lo más normal era que los centros administrativos de este tipo adquieran carácter urbano.
F. Kolb opina que no se deben denominar ciudades a comunidades organizadas al estilo romano con el único apoyo de su estatus legal. En el mundo romano hubo pequeños municipios con todos los derechos pero que no reunían los requisitos propios de una ciudad (acumulación de población, estructura económica adecuada, arquitectura urbana definida, etc.), mientras que espacios urbanos de carácter monumental descubiertos por la arqueología parecen carecer del estatus de la “civitas”. Parece lógico pensar, con P. Gros, que en cualquier colonia objeto de “deductio” (ciudadanos o soldados enviados para fundar una ciudad al estilo de Roma en un territorio provincial) se plasmaría una morfología determinada, con muralla, regularización de planta, lotificación del espacio para ubicar los edificios, etc.
Roma aplicó en las urbes formas elásticas y variables atendiendo a las situaciones preexistentes, las que se fueron modificando a medida que alcanzaban mayores privilegios.
Los romanos partieron de la herencia griega y luego desarrollaron su propia morfología urbana, tenían como objetivo convertir a las ciudades y su entorno en un lugar atractivo para vivir.
El alcantarillado, las conducciones de aguas (acueductos), las fuentes, los puentes, las termas, los baños, el pavimento, el servicio de incendios y de policía, los mercados.
De esta manera atraían habitantes y les ofrecían una mejora en la atención de la salud pública.
Construían edificios públicos para el gobierno, el culto y la diversión, construyendo palacios, templos, foros, basílicas, teatros, anfiteatros, circos, mercados, baños, etc..
Adornaban las ciudades con columnas y arcos de triunfo.
En las zonas ocupadas con viviendas, los sectores ricos de la población vivían en casas unifamiliares que se llamaban “domus”, los más humildes habitaban en casas de pisos, llamadas islas “insulae”.
Persuadidos que el poderío de su imperio disuadiría a quien quisiera atacarles, sus ciudades no tenían murallas.
Las invasiones germánicas en el siglo III, provocaron congestión de personas en las ciudades lo cual deterioró la calidad de vida dentro de ellas.
La reacción de los hacendados ricos fue construir fuera de la ciudad sus villas romanas, donde se abastecían de productos básicos a la vez que se defendían.
Es en la edad media, cuando la sociedad se ruralizó y la economia se feudalizó.
Roma Quadrata y colonias
El término “Roma quadrata” se refiere al primitivo núcleo urbano que delimitó Rómulo con el arado.
Es poco lo que se sabe y muchas fuentes son contradictorias.
Autores como Varrón parecen sugerir que trazó un surco más o menos circular, Dionisio de Halicarnaso afirma que los límites primitivos de Roma tenían forma cuadrada.
Las ciudades circulares son una rareza en el mundo antiguo, y quizás el único ejemplo claro de estas características sea el de Sam’al (Zinçirli), de época hitita.
La colonización de los territorios conquistados por Roma, implicaba la creación de asentamientos urbanos cuyo origen estaba a menudo en los campamentos militares.
Roma confiscaba entre un tercio y la mitad de las tierras ocupadas, que se repartía entre ciudadanos romanos como recompensa por sus servicios, muchas veces eran soldados veteranos “veterani o emeriti” que se convertían en colonos.
El resto del territorio se dejaba en propiedad del pueblo conquistado.
Las colonias desde el punto de vista jurídico, eran una réplica, una continuación de la propia Roma.
Los colonos elegían a sus magistrados, tenían un Senado, constituían una Roma en menor escala.
Esos campamentos militares atraían a una numerosa población civil, así como a comerciantes y encargados del mantenimiento de las instalaciones y establecimientos públicos, como los baños o templos. Luego se le agregaban otras instalaciones que servían de lugar de encuentro y diversión como las termas, los teatros y el foro. Los habitantes, independientemente de su origen manifestaban su deseo de vivir y ser romanos.
La casa pompeyana
Eran de diseño sofisticados el “Atrium” era el espacio de recibo y distribución con una pequeña abertura superior que permitía tener agua, luz y aire y el “Peristilum”, un patio jardín trasero, muchas veces aporticado.
Eran los dos espacios a veces abiertos otras semiabiertos que fueron característicos de la casa pompeyana.
En las casas coloniales del Mediterráneo occidental presentan plantas cuadradas con un único espacio abierto central.
Se fue reemplazando el característico espacio romano, el “atrium”, por un único espacio abierto central. Un patio de distribución como se ve actualmente en la casas-patio andaluzas en Sevilla, Málaga, Córdoba o con las casas-patio de Timgad y de Volúbilis.
Casas-peristilo con la misma función del “Atrium”, que era el lugar de encuentro de la vida familiar.
Textos y dibujos
– Carmen Fernández Ochoa, Arte Historia.
– Jesús García Barcala, Ciencia Histórica.
– Roberto Lérida Lafarga. Celsa contexto histórico.
– Revista de Historia.
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