Diario La Nación 10 de Mayo 2000 por Luis Grossman

Diario LA NACION

MIÉRCOLES 10 DE MAYO DE 2000

«¡Y vas a ver lo que es canela fina!»

Por Luis J. Grossman

MADRID.- Si notáis en el escrito que sigue algunos giros infrecuentes en nuestras entregas habituales, podréis atribuirlo al caudaloso influjo idiomático recogido durante varias semanas de permanencia en España. Ese contagio lo recibí incluso de dos compatriotas que hicieron las veces de cordiales anfitriones en sendas jornadas madrileñas a fines de Semana Santa.

Primero fue el arquitecto Hugo Kliczkowski que, tras 11 años de vida en Madrid, es casi un oriundo aunque con el acento porteño incontaminado. Con él recorrimos la ciudad y su contorno, comenzando por la Ciudad Universitaria y la siempre lozana residencia argentina Nuestra Señora de Luján (diseñada hace 40 años por Horacio Baliero y Carmen Córdova). El trayecto siguió hasta el monasterio del Escorial y los alrededores, en los que hay casos tan diversos como el Euroforum y la nueva sede de la revista El Croquis, un alarde de vocabulario moderno.

Nuestro tiempo con Hugo concluyó por la noche con una comida en el restaurante Samarkanda, que disfruta del paisaje interior de la estación de Atocha, creativamente reformada por Rafael Moneo.

Gracias a iniciativas públicas y privadas, Madrid luce (de día y de noche) un atractivo espectacular.

Foto: María Aramburu

 

 

 

 

 

A diferencia de Kliczkowski, nuestro segundo cicerone, Alejandro Caffarini, habla ya con la pronunciación y los modismos de un madrileño nato. Está en España hace 12 años y, como es más joven, se asimiló a la vida de Madrid con más plasticidad. Hicimos con Alejandro un largo periplo nocturno mechado con sus agudos comentarios. De lo visto y oído quiero extractar para compartir algunas observaciones que, inevitablemente, comportan un parangón con hechos verificables en nuestro país.

Tomemos por caso el transporte público subterráneo: la evolución operada en la red del metro de Madrid fue tal que en cuatro años duplicaron los 42 kilómetros de vías ya existentes. Eso implica un ritmo de más de 10 kilómetros de construcción de túneles, instalaciones y estaciones terminadas y habilitadas por año . Vale aclarar que los trenes son casi inaudibles, cómodos, y que se desplazan a una profundidad que llega a más de 30 metros con respecto a la cota de la calle.

Pero hay una reflexión que prevalece en mi espíritu después de este intenso paso por la capital española. Después de observar las creativas reformas y adaptaciones en obras venerables y más que centenarias, como la citada del Euroforum del Escorial o las del Museo Reina Sofía y el Thyssen Bornemisza, sin olvidar la estación Atocha y su entorno, uno no puede dejar de lamentar la pacatería que, entre nosotros, impide la presencia del hoy en edificios que ni se acercan a los valores y la antigüedad de las citadas. Ascensores de cristal, sanitarios modernísimos, ambientes diáfanos y bien señalizados, y una clara adaptación al uso propuesto son el resultado de trabajos respetuosos e inteligentes.

Mientras tanto, aquí seguimos discutiendo si puede o no acondicionarse la Villa Victoria para una misión cultural trascendente y no condenarla a un reverente inmovilismo.

Algún día habrá que explicar lo que es canela fina . Y tenerla

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