Leer es como soñar mirando letras. 1a parte. Librerías en Paris

Shakespeare and Company

sigue en 2nda parte

Leer es como soñar mirando letras. 2a parte. Librerías en Paris

Este artículo trata más de libreros que de librerías, aunque no sabría explicar  si alguno de ellos va primero, intuyo que van juntos.

Entrar a una librería tiene tanto encanto, que podría decirse en plural, tantos encantos como librerías existen, si en ellas hay al menos un librero.

Analizar la librería Shakespeare & Co, va de eso, de libros, de libreros y de librerías. Tanto es así, que la librería de Sylvia Beach, no es la librería de George Whitman aunque lo es de muchas formas, que trato de esbozar en el artículo.

Creo que lo hubiera sido aunque George no hubiera puesto el mismo nombre: Shakespeare & Co.

Es una mesa cultural de 4 patas, que comienza en 1919 y sigue hasta hoy, Adrienne Monnier, Sylvia Beach, George Whitman y Sylvia Whitman, un hilo cultural, un continuum de inteligencia emocional puesta en algo precioso, ya que de libros hablamos.

Hace muchos años, en la Buchmesse, la feria del libro de Frankfurt, un colega me dijo que los editores, cambiaban su sangre por tinta y eso era irreversible. Por lo que pienso que es también una historia de libros, libreros, librerías y editores. Y de autores. Y de traductores. Y de lectores. Y de amores, y de pasiones, y de espacios donde el espíritu encuentra su lugar en forma de letras.

En un mundo tan amazonado (viene de Amazon), escribir sobre esto es una forma de catarsis. Recuerdo lo que me dijo mi nietito Moon, tendría quizás 4 años y yo le leía en la cama antes de que acostarlo para dormir,

Él apoyaba su cabeza sobre mi pecho, y yo le leía en voz alta, no recuerdo que libro, le leía muchos.

De pronto, dejé de leer y le pregunté

 -Moon, a ti te gusta mucho que te lea. Porque?

Y me respondió con la más preciosa frase que escuche acerca de la lectura

-Porque leer es como soñar mirando letras.

Sylvia Beach

La librería Shakespeare and Company se fundó el 19 de Noviembre de 1919, ha sido y es una  librería independiente y biblioteca especializada en literatura anglosajona situada en el quinto distrito de Paris.

Sylvia Beach

En el número 12 de la calle Odeón, Sylvia Beach atendió la librería entre 1919 y 1941, por méritos propios es considerada el centro de la cultura anglo-americana en París. Era visitada a menudo por autores pertenecientes a la “Generación Perdida”, así se llamaba a un grupo de escritores estadounidenses expatriados que vivieron en Paris en los años 20, el término se le atribuye a la escritora de novelas, poesía y teatro Gertrude Stein (1874 – 1946) y que fuera popularizado por Ernest Hemingway, escritor y periodista (1899 – 1961), que lo utilizó en el epígrafe de su novela de 1926 “Fiesta”, “Todos vosotros sois una generación perdida”.

Editorial Beat. 18 de Abril de 2021  288 pp. 14 x 20,8. Textos en italiano.Prólogo de Livia Manera.

“André Maurois es uno de los primeros en felicitar a la librería recién nacida, trayendo una copia de su pequeña obra maestra recién publicada “Les silennces du Colonel Bramble”. Ezra Pound, quien huyó de Inglaterra con su esposa Dorothy, se convierte en cliente habitual… Es la referencia estadounidense en París, Gertrude Stein, con la inseparable Alice B. Toklas”.

“Shakespeare and Company, es un libro brillante, lleno de anécdotas y antecedentes sobre las vidas de los escritores famosos de París de los años veinte y treinta”.

Editorial Il Saggiatore. 1 de Junio 2004. 559 pp 14.5 x 21.5 cm. Textos en italiano

Autor Noel Riley Fitch, traductores Tina DÁgotini, M.Fiorini

“A veces sucede, por casualidad o quizás por un destino inescrutable, que las mejores mentes de una época se concentren en un solo lugar, convirtiéndolo así en el centro del mundo. En los años veinte y treinta del siglo XX este lugar era París, «el mejor lugar para ser joven», la ciudad ideal para «vivir como genios»… James Joyce, buscando un editor para la monumental novela que estaba terminando, su punto de encuentro fue una pequeña librería en la rue de l’Odèon, Shakespeare and Company, fundada por una joven estadounidense que llegó a la Ville Lumière en 1916, apasionada por la literatura y tenaz partidaria de nuevos talentos: Sylvia Beach. Ella intuyó el genio de Joyce con previsión y publicó su obra capital, «L’Ulisse», que muchos editores ilustres habían calificado previamente de «incomprensible» y «obscena». Pero Sylvia era para Joyce mucho más que una simple editorial: le dedicó los mejores diez años de su vida, animándolo, financiándolo y promocionándolo ante el público y la crítica”.

Sylvia Beach, (nacida Nancy Woodbridge Beach, Baltimore 14 de marzo de 1887 – 5 de octubre de 1962 Paris) era hija de un pastor presbiteriano, vivió en Baltimore y Maryland.

En 1901 la familia se traslada a París cuando su padre fue llamado por la Iglesia Americana. Luego vivió dos años en España y trabajó en la Cruz Roja y en la International Commission on the Balkan Wars.

Es en 1916 cuando se muda a París.

Who is Sylvia? – Jot Down Cultural Magazine

Su biógrafa la llamó “la comadre del modernismo”, fue una entregada sufragista, viajó a España para estudiar de cerca los movimientos libertarios, más tarde se instalaría en París para abrir una librería junto a una joven inconformista Adrienne Monnier, su compañera.

El primer local fue sobre Dupuytren, una calle pequeña y empinada a la vuelta de la esquina de la calle del Odeón.

http://www.heroinas.net/2018/12/adrienne-monnier-librera-editora-poeta.html

Adrienne Monnier (4)

http://www.mirales.es/adrienne-monnier-y-sylvia-beach-embajadoras-de-las-letras/
http://smartbitchestrashybooks.com/2015/12/real-life-romance-sylvia-beach-adrienne-monnier/

Adrienne Monnier (Paris 1892 – 1955 Ibíd), se crió en una familia que alimentaba su rigidez en la figura de un padre simpatizante de la Iglesia presbiteriana y una madre que la educó en el miedo a la cercanía de los hombres.

Al terminar sus estudios básicos en 1909 se traslada a Londres para aprender inglés, trabajando de “aupair”.

A los veinte años trabaja en la editorial  l’Université des Annales, donde está tres años, relacionándose con otras editoriales.

Ayudada económicamente por su padre, quien le dio los 10.000 francos que recibió como indemnización por un accidente de tren que sufrió, encuentra y compra un local,

En esa época fue cuando Adrienne y Sylvia se conocieron.

Sylvia diría de quien sería su amiga, socia y amante durante más de 17 años:

“Adrienne Monnier era una mujer robusta, rubia y blanca como una mujer escandinava, de mejillas sonrosadas y pelo lacio peinado hacia atrás desde la frente. Sus ojos eran muy llamativos, de un azul gris indefinido, ligeramente saltones…”

Adrienne vivía entonces con su pareja, Suzanne Bonierre, hasta que apareció en su vida Sylvia Beach.

El 15 de Noviembre de 1915, Adrienne abrió su librería y biblioteca de préstamos, «La Maison des Amis des Livres» en 7 rue de l’Odéon, París VI. Fue una de las primeras mujeres en Francia en fundar su propia librería.

Adrienne la presenta como  “…una librería sin pinta alguna de tienda, sin que fuese nuestra intención; no podíamos ni imaginar que con el tiempo nos alabarían tanto por lo que a nosotras nos parecía precariedad e improvisación”.

Sus colaboradoras fueron su pareja Suzanne Bonnierre y la ayuda de Hélène para hacer los recados. «La Maison des Amis des Livres» fue el corazón del Paris más literario.

Ambas librerías La maison des amis des livres, y Shakespeare & Co, estaban sobre la misma calle, una frente a la otra, sobre la Rue de L’Odeon, ambas compartieron intereses profesionales afines y fueron compañeras sentimentales viviendo durante muchos años en el apartamento de Adrienne Monnier en el nº 18 de la misma Rue de l’Odéon.

En su libro Rue de l’Odéon Adrienne cuenta sobre su actividad:

“(…nuestra primera idea era —y sigue siéndolo— que el verdadero comercio de la librería englobara no solo la venta, sino también el préstamo, y que ambas operaciones se ejerciesen en paralelo. Resulta casi inconcebible comprar una obra sin conocerla. Expreso un sentimiento general cuando afirmo que toda persona de cierta cultura experimenta la necesidad de tener una biblioteca particular compuesta por libros que le gustan, que tiene por amigos buenos y fieles”.

Siempre le faltó espacio para tener los libros que deseaba tener, lo decía así:

“El gran drama de una librera es la falta de espacio. Año tras año se van acumulando los libros. Año tras año se hace necesario descubrir un nuevo rincón donde poner otra estantería. Y comprendes también que, aunque te fuese dada la tierra entera, te faltaría espacio. El espacio vital… ¡no es más que un mito!”.

Revistas literarias como Vers et prose, Littérature

La venta de revistas literarias eran una parte importante de su aporte a la cultura, el poeta Paul Fort (1872 – 1960) le vendió las existencias completas de su revista “Vers et prose”.

Fort fue fundador de la revista en colaboración de Guillaume Apollinaire (nacido Wilhelm Albert Włodzimierz Apolinary de Kostrowicki Roma 1880 – 1918 París), ambos eran visitantes habituales de la librería.

Era habitual encontrar al poeta y novelista Louis Aragon (Paris 1897 – 1982 Ibíd), al escritor, poeta y teórico del surrealismo André Breton ( Tinchebray 1896 – 1966 Paris) o al escritor e impulsor del dadaísmo Philippe Soupault (Chaville 1897 – 1990 Paris).

Tanto Breton, como Aragon y Soupault fundaron en 1919 la revista Littérature, que tuvo una vida de solo 2 años.

Adrienne Monnier

Adrienne en su libro Rue de l’Odeon describe a André Breton:

“…tenía claramente el tipo arcangelical, como T.S.Eliot, con quien no guarda más semejanzas que pertenecer a esa familia de figuras que vemos erigirse en los pórticos de las catedrales”. ​ 

Otros autores visitaban la librería como Jules Romains (nacido Louis Henri Jean Farigoule Saint-Julien-Chapteuil 1885 – 1972 Paris), la joven novelista Raymonde Linossier (Lyon 1897 – 1930),  el diplomático y poeta Paul Claudel (nacido Paul Louis Charles Marie Claudel Villeneuve-sur-Fère 1868 – 1955 Paris), el filósofo y ensayista Walter Benjamin (nacido Walter Bendix Schönflies Benjamin, quien utilizólos pseudónimos Benedix Schönflies y Detlef Holz (Berlin 1892 – 1940 Portbou).

En julio de 1940, Walter Benjamín, desde Lourdes donde se encontraba en plena huida –y dos meses antes de suicidarse en Portbou–, le escribió a Adrienne Monnier una carta que terminaba:

“… me encuentro con usted no solo cuando pienso en París y en la Rue de l’Odéon –que quisiera encomendar a la más poderosa y menos solicitada de las divinidades protectoras–, sino también en muchas de las encrucijadas de mi mente. Me despido de usted expresándole mi más profundo afecto”. ​

Sé que me reitero, pero deseo enfatizar que La maison des amis des livres se había convertido en punto de reunión y encuentro de la vanguardia literaria francesa.

Alli convergían el poeta y ensayista Léon-Paul Fargue (1876 – 1947), el escritor, poeta, ensayista y filósofo Paul Valéry (nacido como Ambroise Paul Toussaint Jules Valéry,  Sète 1871 – 1945 Paris), el poeta y escritor Jules Romains (nacido como Louis Henri Jean Farigoule, Saint-Julien-Chapteuil 1885 – 1972 Paris), el diplomático y poeta Paul Claudel, hermano de Camille Claudel (nacido Paul Louis Charles Marie Claudel Villeneuve-sur-Fère 1868 – 1955 Paris).

Estuvo 36 años abierta a un público excelso, que estaba muy cercano a la polémica y a la experimentación, hasta que en 1951 Adrienne se jubiló debido a que su reumatismo infeccioso le impedía trabajar.

Su enfermedad, el síndrome de Ménière, afectaba sin piedad su oído izquierdo. Los dolores eran cada vez más fuertes, los zumbidos cada vez más insoportables, las migrañas cada vez más acusadas y una enfermedad que se mostraba inflexible ante cualquier tipo de tratamiento.

No lo aguanta más y toma la drástica decisión de poner fin a su vida, ese 19 de Junio de 1955 con 62 años deja escrito:

“…pongo fin a mis días al no poder soportar más los ruidos que me martirizan desde hace ocho meses, por no hablar de los sufrimientos y fatigas que he padecido en los últimos años. Me encamino a la muerte sin miedo, sabiendo que aquí me encontré una madre al nacer y que me encontraré una madre en la otra vida”.

Tuvo una gran influencia en el excelente grupo de intelectuales que reunió a su lado, muchos la recordaron:

Jacques Prévert le dedicó un poema: La tienda de Adrienne

“…Una tienda, un pequeño establecimiento, una barraca de feria, un templo, un iglú, los bastidores de un teatro, un museo de cera y de sueños, un salón de lectura y, a veces, simple y llanamente una librería con libros para vender o prestar y devolver y clientes, los amigos de los libros, llegados para hojearlos, para comprarlos, para llevárselos. Y para leerlos. […] Adrienne, antes de cerrar la tienda, a solas con sus libros, como se sonríe a los ángeles, les sonreía. Los libros, como diablillos buenos, le devolvían la sonrisa. Conservaba esa sonrisa y se iba. Y esa sonrisa iluminaba toda la calle, la Rue de l’Odéon, la calle de Adrienne Monnier…”

Pascal Pia comentó

“Adrienne Monnier se ha ido con la discreción que la caracterizaba, rodeando su fin de tanto silencio y pudor que aún hoy muchos de sus amigos la creen ausente sin más de la Rue de l’Odéon, en uno de esos viajes que hacía en verano a sus pastos alpinos”. ​Pascal Pia hace referencia a Les Déserts, en Saboya, la aldea de su madre, donde Drienne pasaba sus veranos.

Yves Bonnefoy explicaba:

“… ¿Fue realmente el azar lo que me hizo entrar por primera vez en la tienda?.. ¿Había a principios de 1944 muchos más libreros que ofrecieran en sus vitrinas a Lautréamont y Rimbaud, Artaud, Daumal, los surrealistas… Como la mayoría de jóvenes sedientos de poesía, también yo iba por necesidad a aquel lugar donde la señora vestida de gris, de azul –grandes faldas de colores inmemoriales– era mucho más que la encargada. … Fue la consciencia de las letras”.

Sylvia Beach y Adrienne Monnier

Sylvia y Adrienne en la casa de campo de la familia Monnier en La Savoie

Sylvia tenía un sueño, ayudada y asesorada por Adrienne, decidió abrir una librería estadounidense en París, donde los alquileres y el coste de la vida eran mucho más bajos. (2)

Sin el ejemplo de “La Maison des Amis des Livres”, la librería de Sylvia “Shakespeare and Company” no hubiera existido.

Adrienne le enseñó a llevar el negocio y como resolver las situaciones que provocaba la burocracia francesa, Sylvia siempre la consultó.

Fueron parte del enorme prestigio literario y cultural de la Rive Gauche.

El pintor y litógrafo Charles Winzer (1886 – 1940) amigo de Adrienne dibujó el cartel con el retrato de Shakespeare.

Revistas literarias como New Republic, Egoist, The Nation, Little Review, Nouvelle Revue Française,  Le Navire d’Argent, Gazette des Amis des Libres

La librería se pobló de libros que llegaban desde Inglaterra y de Estados Unidos, no solo libros, también revistas como New RepublicEgoistThe NationLittle Review…

Las paredes se decoraron con tesoros fotográficos de Walt Witman, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde y su capa de terciopelo, además de muchas otras fotos algunas de ellas de Man Ray (Emmanuel Radnitzky 1890 – 1976) un artista Dadá en plena transición al Surrealismo.

La librería apenas lleva una semana abierta pero no cesan de presentarse los amigos. Entre ellos la pandilla del poeta Léon-Paul Fargue (1876 – 1947), uno de los fundadores de la Nouvelle Revue Française, junto a su amigo Gallimard, el escritor y crítico Valery Nicolas Larbaud (1881 – 1957), y Paul Valéry a quien promete visitarle en su casa para ver los DegasManet y Renoir que cuelgan en sus paredes y de los que tanto le ha hablado, además de los Berthe Morisot, la famosa abuela de su mujer.

También André Gidé (Paris 1869 – 1951 Ibíd.) inconfundible con su sombrero Stetson de ala ancha y su cigarro.

Adrienne Monnier con la colaboración de Sylvia Beach y de secretario de redacción el escritor y periodista Jean Prévost (1901 – 1944) editaron  Le Navire d’Argent de aparición mensual. Cuando escribía, Adrienne utilizaba el seudónimo J.M.Sollier. Expresaban así su amor a las letras, donde publicaban escritores respetados por ambas, el único requisito era la calidad literaria.

Uno de los famosos que publicó su primer texto gracias a Adrienne fue Antoine de Saint-Exupéry (nacido Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry (Lyon 1900 – 1944 Mediterráneo), autor de El Principito. En 1926, la revista publica su primer relato, El aviador, en el que recogía sus impresiones sobre sus experiencias de vuelo, con una pluma profunda y rica en matices.

Pueden leer esté artículo en mi blog http://onlybook.es/blog/el-principio-de-el-principito/

Al año dejó de editarse porque no era rentable, pero fue clave en la escena literaria, a la par que ayudo a muchos escritores noveles en sus carreras literarias.

Fue sustituida al cabo de un tiempo por la Gazette des Amis des Libres de corta pero intensa vida desde enero de 1938 hasta mayo de 1940, si consideramos los autores publicados, y la calidad de sus contenidos, también dirigida por Adrienne.

En Paris en esa época había otros salones como el taller “Lyre et Palette” donde se reunían grandes “fauves” de la época, escritores y músicos como Maurice Ravel (Ciboure 1875 –  1937 Paris), Claude Debussy​ (Saint-Germain-en-Laye 1862 – 1918 Paris), Georges Auric (Lodève 1899 – 1983 Paris), Darius Milhaud (Maarsella 189s – 1974 Ginebra), o Arthur Honegger (El Havre 1892 –  1955 Paris), y pintores como Pablo Ruiz Picasso (Málaga 1881 – 1973 Mougins), Henri  Matisse (Le Cateau-Cambrésis 1869 – 1954 Niza), Amedeo Modigliani (Livorno 1884 – 1920 Paris) o Gino Severini (Cortona 1883 – 1966 Paris).

En otros salones como en Art et Action, se podía escuchar las composiciones de Francis Poulenc y ver representaciones teatrales.

Termina la relación de Adrienne y Sylvia

La relación entre Adrienne Monnier y Sylvia Beach concluyó en 1937, año en el que Sylvia viaja, por primera vez a EE.UU.

A su regreso se encuentra con que su lugar había sido ocupado por la fotógrafa alemana Gisèle Freund (Schöneberg 1908 – 2000 Paris). Sylvia se muda al altillo de su librería y pone fin así a toda una vida en común.

En su libro, minucioso en su relato hay una omisión, Adrienne solo menciona a Sylvia Beach en un párrafo “También estaba Sylvia Beach. Esta joven estadounidense lucía un rostro original, de lo más atractivo. Hablaba francés con soltura, con un acento más inglés que americano; a decir verdad, no se trataba tanto de un acento como de una forma enérgica e incisiva de pronunciar las palabras; al escucharla no pensabas en un país, pensabas en una raza, en el carácter de una raza. En la conversación no vacilaba ni se detenía, nunca le faltaban las palabras, aunque llegado el caso se las inventaba a sabiendas… En definitiva, esta joven americana tenía mucho humor; mejor dicho: era el humor en persona…llevaba el pelo corto, y yo me lo corté al poco tiempo”.

Poca mención para tanto compartido.

Otros como Hugh Ford describen a Sylvia: “Los que llegaban a Shakespeare and Company esperando encontrarse con una rebelde de gustos vanguardistas y lascivos terminaban llevándose la impresión contraria: su compostura y su sensatez se reflejaban hasta en su ropa. Alejada de su entorno bibliófilo, Sylvia podía haber pasado por la secretaria de una multinacional, o por una maestra formal, enérgica y formidable…”

Todos los franceses llegan a la dirección de la librería de Adrienne o de Sylvia, ya que. Shakespeare and Company es una librería de préstamo, un club, una embajada y hasta una estafeta.

Otros visitantes, en este caso estadounidenses que llegan a París establecen e la librería de Sylvia su dirección postal.

Sylvia está un poco sobrepasada con tanta actividad pues llegan decenas de cartas.

Es frecuente ver pasar por allí a Sherwood Anderson (Camden 1876 – 1941 Colón) (orgulloso de ver su libro Winesburgh, Ohio expuesto en el escaparate) o a Robert McAlmon (Clifton 1895 – 1956 Desert Hot Spring).

El poeta Ezra Pound, quien se jacta de ser un buen carpintero (“Zapatero a tus zapatos”, suele decirle James Joyce) mientras golpea con un martillo una vieja silla adquirida en el mercado de las pulgas.

Gertrude Stein (Allegheny 1874 – 1946 Paris) otra de las nuevas suscriptoras, aparece junto a su inseparable compañera y confidente Alice B. Toklas (San Francisco 1877 – 1967 París).

Otro suscriptor es James Joyce, Sylvia apunta “James Joyce; calle de l’Assomption, 5 París; suscripción por un mes, siete francos”.

Sylvia con Hemingway y colaboradores

De Hemingway decía que erael mejor de mis clientes”.

Recuerda su llegada a la librería en sus memorias:

Al levantar la cabeza vi a un hombre alto y moreno, con un pequeño bigote, a quién oí decir en voz muy grave y profunda que era Ernest Hemingway. Le invité a sentarse y, en respuesta a mis preguntas, me informó que era de Chicago. También supe que había pasado dos años en un hospital militar recuperando el movimiento de su pierna ¿Y qué le había pasado a su pierna? Bueno, casi tan compungido como un niño, me confesó que había combatido en Italia y le habían herido en la rodilla. ¿Le gustaría ver las heridas? Por supuesto que sí. De esta forma se interrumpió todo el trabajo en Shakespeare and Company mientras se sacaba el zapato y el calcetín y me enseñaba las terribles cicatrices que cubrían la pierna y el pie…”.

Shakespeare and Company era una mezcla de librería y biblioteca que frecuentaron, sobre todo, mujeres deseosas de emanciparse intelectualmente, en una época en que la lectura se consideraba un peligro para su género.

Entre ellas estaba Simone de Beauvoir (Paris 1908 – 1986 Ibíd) y Virginia Woolf  (Londres 1882 – 1941 Lewes), por las fichas de préstamo sabemos que gustaban leer libros que era difícil conseguir como los de William Faulkner.

Muchas se conocieron gracias a Sylvia, entre ellas Victoria Ocampo (Buenos Aires 1890 – 1979 Béccar) y Virginia Woolf en este caso en forma indirecta, ya que Victoria conoció a Virginia  por su escritura.

La primera vez fue en París cuando Sylvia Beach, tomó Un cuarto propio de la estantería y se lo dio:

—Estoy segura de que usted sueña con este libro.

Y era verdad. Pasaron más de cinco años de aquel primer encuentro con un libro de Woolf y pudo finalmente estar frente a la autora en una exposición de Man Ray.

Victoria miró a Virginia con admiración.

Virginia miró a Victoria con curiosidad. (3)

Notas

1

Datos y referencias tomadas del artículo de Bruce Handy (26 de Junio de 2015) en Vanity fair.

2

Who is Sylvia? – Jot Down Cultural Magazine

3

Andrea Calamari en Jot Down en su artículo “Arisca y frágil: así era Virginia Woolf para Victoria Ocampo

4

Fuentes

-París rinde homenaje a Adrienne Monnier. La Jornada, 22 de noviembre de 2020, suplemento “La Jornada de en medio”.

-Adrienne Monnier (2011). Rue de l’Odéon. Gallo Nero Ediciones. ISBN 9788493856847.

-Adrienne Monnier, Richard McDougall (1996). “The very rich hours of Adrienne Monnier” University of Nebraska Press. ISBN 978-0-8032-8227-8.

Librerias El Péndulo. Ciudad de México

Librería DAUNT en Marylebone

Librería Daunt

Paseando por Londres como un Flaneur, para llegar a Marylebone,

Visitar librerías, es una buena costumbre siempre, pero es especialmente obligada antes de ir a una feria del libro, Entre marzo y abril se celebra cada año The London Book Faire en el barrio de West Kensington en la Sala de exposiciones Olympia.

Olympia

Es fantástica porque deja entrar el sol a través de sus enormes arcos de hierro fundido y techado de cristal.

El Olympia ocupa 2 hectáreas y fue proyectado en varias etapas, 1885 por Henry Edward Coe y James Edmeston junto a los ingenieros Arthur T Walmisley y Max Am Ende. El anexo de 1923 fue realizado por los arquitectos Holman y Goodrham.

Y el Olympia central de 1929 por el arquitecto Joseph Emberton (1889 – 1956).

Uno puede imaginar cómo habrá sido estar en el Crystal Palace de  Joseph Paxton (1803 – 1865) construida en 1851 con motivo de la Gran Exposición, aunque midiera 564 x 124 metros, y el Olympia no.

Que se ve en las librerías con los ojos de buscar y descubrir?

En las buenas librerías uno puede enterarse que novedades hay, muchas veces cuales son los libros más vendidos, y no pocas que libros están saldados.

Esto es indispensable cuando se tiene reuniones con editores en las ferias del libro de cualquier país, y uno con conocimiento puede advertirles que ese libro que te “intentan colar”, esta saldado en tal o cual librería.

Hay muchas librerías que tienen remainders, es decir libros descatalogados, porque son antiguos y los editores vendieron el stock remanente, o porque alguna editorial cierra.

Allí, se encuentran joyas, a precios que entusiasman, yo pago muchas veces precios altos (como las ediciones de los cuadernos de Corbu o algunas de la editorial Phaidon, siempre pensé que si pagaba por un libro lo que cuesta cenar 4 o más personas, el libro me iba a durar dentro mío, mucho más que la cena en cuestión.

Una de esas librerías es Daunt Book, está en un barrio protegido y muy cuidado Marylebone sobre la calle High Street.

Siempre hago el mismo recorrido, paseando desde Regent Street, encaro Baker Street que me permite entrar en el barrio de Marylebone, cuando paso por la acera frente al museo de Madame Tussauds, siempre pienso lo mismo “Lo mejor Hugo, será que no entres nunca, así no te vas a decepcionar”, cosa que respeto desde hace años.

Mi itinerario, que repito año tras año desde hace muuucho,  incluye siempre visitar el RIBA (Royal Institute of British Architects) en 66 Portland Place.

Es un edificio protegido, de los años 30 y diseñado por el arquitecto George Grey Wornum (1888 – 1957) con esculturas de Edward Bainbridge Copnall (1903 – 1973) que fuera presidente de la Real Sociedad de Escultores de 1961 a 1966. y James Woodford (1893 – 1976) quien realizó las puertas de bronce del instituto y del Ayuntamiento de Norwich.

La fama de George Grey Wornum (muy merecida) proviene del edificio RIBA, la entrada de Wornum fue juzgada como la mejor de entre 3600 en la competencia para dotar una nueva sede de RIBA, recibió la Medalla Real de Oro de Arquitectura en 1952.

Un poco antes, dejo a mi izquierda Regent Park y admiro el conjunto de viviendas de Crescent Park.

Es un maravilloso conjunto que con forma de media luna rodea el Crescent Park, son elegantes casas adosadas, diseñadas por el arquitecto John Nash (1572 – 1835) ni más ni menos.

Las terrazas y el jardín comunitario están incluidos en el listado del Patrimonio Nacional de Inglaterra y en el registro de Parques y Jardines Históricos.

John Nash había propuesto la construcción de un “Circulo”, las obras comenzaron en 1806 pero debido a las Guerras Napoleónicas el constructor Charles Mayor quebró y se completaron recién entre 1819 y 1821.

Ex librería  “Francis Edwards”, actual “Daunt Books” 

La sucursal de Marylebone sobre High Street se encuentra en una antigua librería “Eduardiana” estilo de comienzos del XIX, con sus galerías de roble, elegantes claraboyas y grabados del diseñador textil William Morris (1834 – 1896)

Morris era además poeta, artista, novelista, impresor y activista socialista asociado con el Movimiento Británico Arts and Crafts.

La sección más antigua de la tienda de Marylebone se completó en 1912, y originalmente era una Librería anticuaria llamada “Francis Edwards”. 

Se dice que fué la primer librería diseñada especificamente para ese fin.

Una gran caja fuerte está cerca de la entrada de la galería que ofrece libros de viajes, en ella se almacenaban los volúmenes caros.

La tienda fue comprada por el ex banquero James Daunt que la renombró “Daunt Books” en 1990. 

Ahora se especializa en títulos de primera mano especialmente relacionados con viajes.

Sus secciones están organizadas por regiones y paises. Cada sección organiza charlas con autores donde se dan conversaciones con el público. Daunt organiza el “Festival de Libros de Daunt” que se celebra anualmente en primavera. 

Tiene sucursales en Holland Park, Cheapside, Hampstead y Belsize Park.

La librería “Owl» en Kentish Town fue comprada por Daunt Books, pero conserva su nombre original. 

Daunt Books abrió su primera sucursal fuera de Londres en Saffron Walden Essex, bajo el nombre de “Hart’s Books” y otra en Marlow, Buckinghamshire, bajo el nombre de “The Marlow Bookshop”. 

Interior de Daunt Books de la sucursal Marylebone en High Street

En uno de mis viajes el amigo y artista Jorge Sarsale me pidió lleve una de sus obras a la galeria SoShiro House en Marylebone, a pocos metros de la libreria Daunt, cosa que hice encantado y feliz e ver sus obras en una galería londinense.

Volvamos a Achilles James Daunt (1963) fundador de Daunt Books. Después de trabajar en los Estados Unidos como banquero para JP Morgan entre 1985 y 1988, fundó Daunt Books en 1990, como ya mencioné con una cadena de nueve librerías en Londres. 

Desde 2011 Daunt es director general de la cadena de librerías Waterstones nombrado por el nuevo propietario el  multimillonario ruso Alexander Mamut. Ha reemplazado al anterior que se llama Dominic Myers.

Dicen que Daunt ha salvado a Waterstones de su cierre.

Tanto Mamut como Daunt están incluidos en el cuarto lugar en una lista del periódico “The  Guardian” realizada en el  2011 de las 100 personas más importantes en la industria del libro británico. 

Como una cosa llama a la otra Achilles James Daunt fue elegido en 2017 miembro honorario de la Royal Society of Literature.

En junio de 2019, se convirtió en el CEO de la cadena de librerías estadounidense Barnes & Noble,adquirida por la matriz de Waterstones,

Elliott Advisors (Reino Unido) por 683 millones de dólares. www.dauntbooks.co.uk

La compañía Barnes & Noble tiene 614 librerías en los 50 estados de los EEUU, su sede está en la 122 Fifth Avenue en la ciudad de Nueva York.

Cuando los libros y el dinero se juntan, surgen cosas peculiares.

El ya mencionado Alexander Leonidovich Mamut (1960) es un abogado, banquero e inversor multimillonario ruso.

Con 2.300 millones de dólares, deja paso a 1361 multimillonarios más ricos que el (según la revista Forbes).

Su padre Leonid Solomonovich Mamut fue uno de los autores de la Constitución Rusa,

Simplificando fundó varios bancos y varias empresas fantasmas, y las malas lenguas dicen que para lavado de enormes cantidades de dinero en paises off-shore.

Por tener, tiene Compañías de seguros, Sociedades de Inversión, Constructoras, Equipos de Futbol, Bufetes de Abogados, Restaurantes y Clubes, Salas de Cine y Teatros, Sitios web de noticias, Preside el Instituto Strelka de Medios, Arquitectura y Diseño que tiene como objetivo cambiar el paisaje de las ciudades rusas. 

Un detalle no menor, ha sido un importante colaborador de las campañas de Boris Yeltsin.

Compró Waterstones en el 2011por 66 millones de dólares, Siete años más tarde vendió una parte en 250 millones de dólares.

Quiero aclarar que no lo conozco de nada, y todos estos datos me los dio mi amigo Google…por las dudas.

Urueña, un pueblo librero

http://onlybook.es/blog/uruena-en-valladolid-un-pueblo-librero-de-aquel-hay-on-wye-este-uruenas/

Sobre la librería Lello:

Sobre la historaria de la librería Lackington pueden leerla en

Sobre la historaria de la librería Lackington pueden leerla en

http://onlybook.es/blog/los-libreros-mas-baratos-del-mundo-lackington-bookstore/

La industria editorial, ante su tormenta perfecta (Blogcreacultura)

La industria editorial, ante su tormenta perfecta (Blogcreacultura)

23/02/2016

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El mercado editorial ha perdido en los últimos años cerca de un 40% de facturación, pasando de los 1.357 millones de € en 2009 a los 845 millones de € de 2015 (Fuente: Nielsen BookScan Total mercado sin Texto ni Otros). Es decir, ha perdido 500 millones de € o, por verlo desde otra óptica, ha vuelto a cifras de hace 20 años. Dos grandes acontecimientos, que coinciden en el tiempo, son las causas principales que nos permiten explicar dicha caída: la crisis económica y el cambio tecnológico, ambas cuestiones con ramificaciones y derivadas interrelacionadas.

La crisis económica conllevó un menor poder adquisitivo por parte de los consumidores y, a resultas de ello, una ralentización en el consumo. El sector editorial no fue ajeno a dicha caída del consumo y, si bien aguantó durante los primeros años de la crisis –la caída entre 2009 y 2011 fue del 14%-, a partir de 2012 se derrumbó con un descenso del 24% entre 2011 y 2013. El libro, excepto para unos pocos y en según qué situaciones, no es un producto de primera necesidad y, de hecho, responde bien a la compra por impulso: en los años de bonanza el lector medio solía acercarse a la librería y, de camino al libro que buscaba, iba recolectando aquellos libros que por una u otra razón el impulso le impedía no llevárselos. En momentos de estrechez económica este impulso generoso pierde fuelle ante cualquier planteamiento racional y uno suele acordarse de los muchos libros que tenemos en casa todavía por leer. Los japoneses, por ejemplo, incluso tienen un término para referirse al hecho de comprar libros para luego no llegar a leerlos: tsundoku.

Por las mismas fechas que la crisis económica llegaba a nuestra economía otro fenómeno hacía acto de aparición: el cambio tecnológico y sus correspondientes disrupciones. En mayo de 2010 los consumidores españoles que habían pre-reservado el primer modelo de iPad empezaron a recibirlos y, a fines de 2011, Amazon inició la comercialización de su Kindle en España. Ambos dispositivos, y otros que habían llegado antes o que llegaron poco después, permitieron la difusión de los libros electrónicos y, con ellos, la irrupción de la piratería. A su auge caben dos explicaciones: la ya mencionada crisis económica, que impulsó a los consumidores con menor poder adquisitivo –aunque no sólo a ellos- a la descarga ilegal para seguir leyendo, y a la escasa, por no decir inexistente, cobertura legal de los creadores de contenidos.

En este sentido, la llamada Ley Sinde-Wert, que entró en vigor el 6 de marzo de 2011, fue un tímido intento regulador que no llegó a aportar solución alguna. Los detractores de la ley argumentaban, por aquél entonces, que la piratería era culpa de los propios creadores de los contenidos, es decir, de las editoriales, a quienes acusaban de no comercializar versiones digitales de los libros que querían leer y de, cuando lo hacían, ponerles un precio demasiado alto y ajeno a cualquier lógica de mercado. Lo cierto es que, 6 años después, las editoriales publican prácticamente toda su oferta simultáneamente en papel y en digital y que el PVP medio del eBook en España no supera los 7€. No obstante, la piratería sigue ahí, de modo que el argumento, si quizá fuera válido antaño, hace ya tiempo que ha dejado de serlo. Y, quien no lo vea así, puede preguntar al bueno de Juan Gómez-Jurado, quien poco después de publicar su última obra, a fines del pasado 2015, también publicó el siguiente tuit: “Bueno, pues #CICATRIZ ya está en una página de descargas, a pesar del precio de preventa de 3,79 euros y de mis esfuerzos. Me rindo. Así, no”.

La digitalización masiva de los contenidos conllevó otros cambios, especialmente visibles en los hábitos de consulta y de lectura de los consumidores. El más significativo tiene que ver con la propia función del libro como herramienta para la transmisión de conocimientos. Pongámonos en 1995 y recordemos qué hubiéramos hecho en aquél momento si, de pronto, hubiéramos sentido un repentino interés por aprender astronomía. A buen seguro nos habríamos dirigido a la biblioteca o a la librería más cercana para averiguar qué libros sobre la materia se habían publicado y, llegado el caso, consultar alguno de ellos. Volvamos a 2016: es poco probable que cualquiera de nosotros con una repentina ansia por la astronomía nos dirijamos, en primera instancia, a una biblioteca o librería. Primero buscamos en Google, donde, además de libros, encontraremos toda una pléyade de contenidos textuales y audiovisuales: artículos, blogs, tutoriales de YouTube o incluso apps para enfocar con el móvil al cielo y saber de un vistazo qué constelaciones estamos viendo. De un tiempo a esta parte, a resultas de ello, el libro ha dejado de ser la herramienta de transmisión de conocimiento por excelencia para pasar a ser apenas una más. Y no siempre la más atractiva. O la que permite un acceso más rápido a la información. Este fenómeno afecta sólo a los libros de no ficción y le es ajeno la ficción y, probablemente por ello, es la lectura de no ficción la que en mayor media ha descendido en los últimos años. En 2015, y por primera vez en 10 años, ninguna obra de no ficción superó los 100.000 ejemplares vendidos.

El acceso a la información a través de pantallas, tan habitual desde hace unos años, acarrea otro inconveniente para los libros de no ficción. Dado que nuestro cerebro es pura neuroplasticidad, éste se acostumbra con extrema rapidez al nuevo medio, lo que hace que la lectura tradicional se torne aburrida. La propuesta de valor entre un libro y cualquier tipo de contenido en Internet es diametralmente opuesta: el libro supone grandes cantidades de texto que requieren de un alto grado de concentración para su completa comprensión, mientras que la web nos permite navegar por mares donde prima la rapidez, la inmediatez y la eficiencia.

Según Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Tufts en Massachusetts, autora de Proust and the Squid: The Story and Science of the Reading Brain y quien en mayor medida ha estudiado los nuevos hábitos de lectura, la lectura online nos convierte en “meros decodificadores de información”. En su opinión, la lectura tradicional permite una mayor reflexión y profundidad, lo cual nos exige una mayor concentración y tiene como resultado una mayor riqueza de las conexiones neuronales que se crean.

La lectura tradicional es lineal: pasamos de una página a otra y, aunque el libro pueda incluir gráficos, tablas o ilustraciones, las distracciones son pocas. Además, mantenemos un diálogo constante con el autor, lo cual potencia nuestra concentración. En cambio la lectura en Internet es completamente distinta: saltamos de página en página y de camino no sólo leemos sino que somos invitados a utilizar otros formatos, tales como audios o vídeos, o bien a dirigirnos hacia otros contenidos no necesariamente vinculados con la materia originalmente consultada. Buscamos gratificación instantánea, que además se potencia con la liberación de dopamina, el neurotransmisor de la felicidad, cada vez que damos con un contenido que nos gusta y que, además, podemos compartir en redes sociales. Y es dicha liberación de dopamina la que hace que, a menudo y cada vez en mayor media, prefiramos interactuar en redes sociales a leer un libro, que nos exige mayor concentración y del que obtenemos menor gratificación instantánea. Quien no haya sucumbido a la llamada de las redes sociales en momentos en los que antes leía un libro, por ejemplo durante un trayecto en metro, autobús o durante un momento de espera en la consulta del médico, que levante la mano.

Todo ello, crisis económica y disrupción digital, así como sus efectos secundarios, como la piratería y el cambio en los hábitos de lectura, ha conformado lo que podríamos catalogar de tormenta perfecta: una serie de causas que han puesto patas arriba al mercado editorial y que nos ayudan a entender el descenso de casi un 40% del mercado editorial en los últimos años.

La cuestión, ahora, es saber adivinar si en los años venideros la caída se detendrá o, por el contrario, el mercado seguirá bajando. Si atendemos a las cifras podemos pensar que con la recuperación económica volverá la alegría a las librerías: en 2015 el PIB creció un 3,2% y el mercado editorial apenas cayó un 1,5%. Cabe esperar, en efecto, que una mejora de la situación económica conlleve una recuperación del mercado del libro, pero al mismo tiempo, y tal y como hemos visto, no toda la caída producida durante los últimos años cabe achacarla a la crisis económica. Por consiguiente, es de esperar que aquellos lectores que han abandonado la lectura por causas ajenas a la crisis no vuelvan y, con ello, que a corto plazo no volvamos a un mercado como el de 2009.