Hay que prestarles atención.
Se están esforzando para ser vistas con el tiempo necesario.
Por eso lo hacen silenciosamente, sin pausa.
No se dejan caer todas a la vez, lo hacen con un ritmo.
A veces esperan que una de ellas llegue o se pose en algún lugar o bailan de a dos o tres.
Siempre caen de distinta manera, pero se deben cuidar para que siempre sea igual de bonito, igual de bello e igual de hermoso.
No es una nieve dorada, es una cascada de lágrimas para que nos demos cuenta.
Nos demos cuenta de todo, y cuando escribo de todo, sugiero que lo hagamos mientras las hojas pasean, mientras planean y nos sobrevuelan.
No es ninguna casualidad, que no caigan como un peso pesado, como muertas, lo hacen volando lentamente, soñando por nosotros.
Es mucho lo que nos perdemos si las perdemos de vista.
Para evitarnos ese bochorno, cae una, y otra, y otra….
Es que el otoño, es mucho otoño.
Disimulemos, aunque no estemos a su alcance.
Será suficiente con que estemos atentos.