Georgia O´Keeffe. 2nda parte y final

1era parte http://onlybook.es/blog/georgia-okeeffe-1era-parte/

Primeras visitas a Nuevo México

En el verano de 1929, O´Keeffe viajó al norte de Nuevo México, una experiencia que cambiaría su vida para siempre.

El majestuoso paisaje, la fuerte presencia de la cultura nativa americana y el pasado como territorio hispano de la región inspiraron un nuevo giro en su arte, como también lo hicieron los huesos de animales muertos que encontraba durante sus largos paseos.

Paisaje de Black Mesa, Nuevo México. Desde la casa de Marie II, 1930. Óleo sobre lienzo. Georgia O´Keeffe Museum, Santa Fe, donación de The Burnett Foundation

O´Keeffe coleccionó las calaveras, huesos y cuernos que encontró durante sus caminatas por el desierto de Nuevo México. Tras los meses de verano y antes de volver a Nueva York, los metió en un barril y los envió a la ciudad para poder, aun estando lejos, seguir pintando ese árido territorio.

Los restos óseos encarnaban para la artista los ciclos de muerte y renovación vital que se repiten sin cesar en la naturaleza.

En esta obra una calavera flota sobre las montañas, como una declaración sobre la resistencia, la trascendencia y lo eterno.

«He recogido flores allí donde las he encontrado. He recogido conchas y rocas y trozos de madera. Cuando en el desierto encontré los hermosos huesos blancos, los recogí y me los llevé a casa también».

Cabeza de carnero, malva real blanca. Colinas Nuevo México, 1935. Óleo sobre lienzo. Brooklyn Museum, Nueva York, legado de Edith y Milton Lowenthal

«Quería pintar el desierto y no sabía cómo…, así que me traje a casa los huesos blanqueados como símbolos del desierto. Me parecen tan bellos como cualquier otro objeto…«

Cuando llegué a Nuevo México supe que era mío. En cuanto lo vi supe que era mi tierra. Nunca había visto nada parecido, pero encajaba conmigo exactamente”. 1977

Pueblo de Taos, 1929/1934. Óleo sobre lienzo. Eiteljorg Museum of American Indians and Western Art, Indianápolis

Kachinas (5)


Interesantes son sus encantadoras Kachinas, espíritus ancestrales indígenas que mediaban entre los dioses y el hombre. Muñecos de madera pintada de los indios Hopi y Zuñi, del suroeste de los Estados Unidos, que se utilizaban para enseñar a los niños. Entre 1931 y 1945, realizó diecisiete dibujos y pinturas de las «muñecas kachina».

O’keffee poseía varias kachinas, a las que llamaba «gente menuda». Las pintó a lo largo de los años teinta y cuarenta.

De la mano de Tony Luhan indigena hopi y marido de su amiga Mabel Dodge, conoció lugares y culturas indias, quedando fascinada por las danzas ceremoniales.

La Kachina de Paul, 1931. Óleo sobre lienzo. Georgia O´Keeffe Museum, Santa Fe, donación de The Georgia O´Keeffe.

Kokopelli, 1942. Óleo sobre tabla. Georgia O´Keeffe Museum, Santa Fe, donación de The Georgia O´Keeffe.

Kachina, 1938. Óleo sobre lienzo. San Francisco, donación de la Hamilton-Wells Collection

La Kachina de Paul, se la regaló su amigo el fotógrafo Paul Strand, quien también visitó los pueblos fantasmas del viejo Oeste. Es amarilla con los ojos diferentes, es una de las primeras que pintó, de ella comentó: «la pequeña kachina con su graciosa pluma chata en la cabeza y los ojos saltones, tiene una curiosa quietud viva».

Campanario de iglesia, 1930. Óleo sobre lienzo. Georgia O´Keeffe Museum, Santa Fe, donación de The Burnett Foundation

Durante su primera estancia en Nuevo México, O´Keeffe asistió a varias danzas ceremoniales nativas. Las describía así en una carta

“Todas y cada una de sus fibras parecían restallar como el fuego, y como lo disfrutaba. Casi me muero, y no era solo la danza, era el aspecto humano, la trasformación y el placer que había en ella…”

En su cuadro “Gris, azul y negro. Circulo rosa” la artista recurrió a su lenguaje menos figurativo para trasladar las fuertes impresiones que sintió durante esta experiencia.

Las formas centrales, a las que alude el título recuerdan el tocado de los “hopi”, y las espirales de color circundantes amplifican el movimiento sugerido de la danza y los ritmos del universo.

Gris, azul y negro. Circulo rosa

«Tocas y cada una de sus fibras parecían restallar como el fuego, y cómo lo disfrutaba. Casi me muero, y no era solo la danza, era el aspecto humano, la transformación y el placer que había en ella…»

La influencia de Alfred Stieglitz (3)

Leticia Fernández-Fontecha (poeta e historiadora 1985)


O’Keeffe mandó algunos de estos dibujos a su amiga Anita Pollitzer (1894 – 1975), una fotógrafa estadounidense y famosa sufragista que vivía en Nueva York. La carta de O’Keeffe insistía en que no mostrase los dibujos a nadie, pero Pollitzer debió de determinar que la originalidad del trabajo era más importante que la petición de confidencialidad de su amiga, y días después fue a presentarle el trabajo al fotógrafo y galerista Alfred Stieglitz (1864 – 1946).

Tras estudiar los dibujos, el fotógrafo pronunció la frase que dio título al libro de Pollitzer (A Woman on Paper): “¡Finalmente, una mujer en papel!”. El resto es historia: O’Keeffe viajó a Nueva York, primero ofendida y después fascinada por el interés del fotógrafo.

Stieglitz se divorció y expuso y promovió el trabajo de O’Keeffe durante el resto de su vida. Una de esas muestras exhibía las flores de la artista junto con las fotografías íntimas que Stieglitz había tomado de la pintora desnuda, provocando que la crítica y generaciones posteriores infirieran una relación entre la forma femenina y los pétalos de la flor.

Stieglitz le abrió a Georgia O’Keeffe las puertas del mundo del arte neoyorkino, pero desempeñó un papel controvertido en su carrera, tanto por la imagen que proyectó de ella como por la interpretación de su imaginario. Esta relación fue un arma de doble filo: ganó parte de su fama gracias al apoyo de su marido, pero su obra estuvo siempre sujeta a interpretaciones basadas en poco más que la proyección del fotógrafo.

Colinas grises. 1941. Óleo sobre lienzo. Indianápolis Museum of Art at Newfields, Indianápolis. Donación
de Mr. Y Mrs. James W, Fesler

A lo largo de su carrera, en la que O’Keeffe experimentó con distintos estilos de expresión, Stieglitz mantuvo la opinión de que sus cuadros eran, según cuenta Bárbara Lynes (1942) en “O’Keeffe, Stieglitz and the Critics, 1916-1929”, “dominantemente emocionales y expresivamente enlazados a su sexualidad”.

Es una interpretación que O’Keeffe negó de por vida, llegó a decir que los que veían sexualidad en sus pinturas estaban proyectando sus propias preocupaciones.

En los escritos personales de la artista apenas hay referencias al ámbito de la sexualidad. De hecho, afirmaba que la inspiración de sus cuadros eran aquellos aspectos de la naturaleza que sobrepasaban su entendimiento. Quería entender el mundo tratando de darle forma. Esta desconexión entre intención y recepción de su obra se pone de manifiesto en declaraciones como esta, que recoge el catálogo de la muestra de la Tate: “Odio las flores. Las pinto porque son más baratas que las modelos y no se mueven”.

«Cuando llegué a Nuevo México: encontré lo mío. En cuanto lo vi: ese era mi país. Nunca antes había visto algo así, pero encajaba perfectamente conmigo».

Troncos oscuros, 1946. Óleo sobre lienzo. Brooklyn Museum, Nueva York, legado de Georgia O´Keeffe

Explorando Nuevo México

Durante las décadas de 1930 y 1940, O´Keeffe pasó casi cada verano en Nueva México. Con su coche, reconvertido en taller con ruedas, la artista exploró la espectacular orografía de la zona. Entre todos los enclaves que recorrió, destacan dos que bautizó con los nombres de White Place y Black Place.

Los huesos de animales aparecieron de nuevo en una serie de pinturas en las que las pelvis son las protagonistas. A pesar del carácter metafísico de muchos de estos paisajes, O´Keeffe siempre negó que estas obras tuvieran relación con el surrealismo.

Pelvis con la distancia, 1943. Óleo sobre lienzo. Indianápolis Museum of Art at Newfields,
Indianápolis. Donación de Anne Marmon Greenleaf

«los agujeros de los huesos, lo que veía a través de ellos… Eran especialmente maravillosos contra el azul, ese azul que siempre estará ahí como lo está ahora que toda la destrucción del hombre ha terminado«

Sin título (Black Place), 1944/5. Grafito sobre papel. Georgia O´Keeffe Museum, Santa Fe

O´Keeffe descubrió las colinas que ella misma bautizó como Black Place en 1937, durante un viaje a las Bisti Badlands en la Nación Navajo. Le fascinaron de tal manera que organizó acampadas de varios días en este árido lugar para poder pintarlo. El resultado es una serie de obras que muestran la escarpada hendidura que separa las dos colinas en composiciones cada vez más abstractas. Desde la ventana de su dormitorio.

O´Keeffe podía ver la carretera que aparece en esta pintura.

El dibujo Sin título (Black Place) permite reconstruir su meticuloso proceso creativo. En él, la artista no solo define con precisión las líneas maestras de la composición, sino que además introduce números que son la referencia de los colores que aplicará después sobre el lienzo. Antes de enfrentarse a la obra definitiva, O’Keeffe ya había decidido hasta el más mínimo detalle.

Georgia O’Keeffe, entre tierras baldías

Por María Pérez de Arenaza, “On the 50 road” (4)

Georgia O´Keeffe expone su primera muestra en solitario en 1917, en la neoyorquina Galería 291 de la Quinta Avenida, creada y gestionada por el fotógrafo Alfred Stieglitz.

La galería en cuestión era el centro neurálgico del arte del momento, allí se iba a conocer y a comprar las vanguardias europeas. Stieglitz fue quien introdujo la obra de Picasso en Estados Unidos. Y fue, además, la primera galería que trató la fotografía como una forma de expresión artística. O´Keeffe, siendo estudiante en Nueva York, visitó varias veces 291 fascinada por el lugar y por el personaje que la dirigía, el gran marchante de arte contemporáneo con quien no se atrevía a cruzar palabra.

Esa primera exposición, que Stieglitz organizó sin el permiso de la artista, desencadenó el comienzo de una vida que le llevaría a convertirse en la Madre del Modernismo Americano y en uno de los grandes iconos del s. XX.

O´Keeffe abandonó el academicismo inicial y encontró su camino creativo a raíz de la lectura de Compositionde Arthur Wesley Dow, cuya forma radical de ver el arte fue su referente. Cuando por fin comienza a estar satisfecha de su obra, decide enviar una muestra a su amiga la fotógrafa y sufragista Anita Pollitzer, quien se toma la libertad de llevárselos Stieglitz.

Alfred Stieglitz, Georgia O´Keeffe, 1919

Entra en la galería, se dirige a Stieglitz y le dice:

-Mr. Stieglitz would you like to see what I have under my arm?

-I would. Come in the background.

I went in with your feelings and your emotions tied up and show them to a giant of a man. It was a long while till his lips opened.

-Finally a woman on paper. He said.

Seducido por la fuerza de su obra, Stieglitz decide montar una exposición sin molestarse en contactar con la autora de los lienzos, lo que provocó que O´Keeffe reuniese el coraje suficiente para escribirle y preguntarle por qué le había gustado su obra. Fue el comienzo de una relación epistolar intensa y apasionada, que les llevó a compartir la vida juntos.

O´Keeffe por entonces vivía en Texas y allí empieza a experimentar con la abstracción, un estilo que apenas se trabajaba en EE.UU.

Stieglitz le anima a que se traslade a Nueva York para formarse y forjarse una carrera como artista. Se instala en la ciudad y el interés que compartieron entre sí les llevó a vivir un gran amor. La artista se convierte en musa del fotógrafo y paralelamente va generando obra que fluctúa entre la abstracción, flores exuberantes y su interpretación figurativa de la ciudad de Nueva York.

Consigue el reconocimiento desde muy pronto,pero también tuvo que enfrentarse a una época de duras críticas a raíz  de una serie de desnudos sexualmente explícitos que le hizo Alfred Stieglitz y que por entonces influyó muy negativamente en las interpretaciones de su obra abstracta, a la que se le tildó de sexual, contra su intención.

En 1929 pasa su primer verano en Nuevo México y sin buscarlo, encuentra allí su hogar, su lugar en el mundo donde se siente a gusto consigo misma. Fascinada por aquel paisaje aprende a conducir y comienza a explorar la zona. Encuentra una construcción en adobe casi deshecha en lo alto de una colina, junto al pueblo de Abiquiu al norte de Santa Fe. La hacienda abandonada le entró por los ojos como un flechazo, y decide hacerse con ella, asunto que le costó más de una década.

Mientras lo gestionaba, aventurándose por los alrededores, se adentra en Ghost Ranch, un rancho que pertenecía al filántropo y fundador del Arizona-Sonora Desert Museum Arthur Pack.

Alfred Stieglitz, Georgia O´Keeffe “Manos y Senos”, 1919

Galería Nacional de Arte, Editorial Calloway, 1983

Allí descubre otra pequeña casa de adobe rodeada por un desierto de barrancos con vistas al cerro Pedernal, una de sus paisajes más pintados. Compra la casa en 1940 y la convierte en su segunda residencia. Vuelve cada verano desde Nueva York (Stieglitz nunca la acompañó) a pintar esos paisajes de tierras baldías, cuando el calor, la luz y los colores eran más potentes. En 1949, tras la muerte de Stieglitz, deja Nueva York definitivamente y se instala en Ghost Ranch.

“No puedo vivir como me gustaría, no puedo ir a donde quiero, no puedo hacer lo que me apetece, ni siquiera puedo decir lo que pienso. Así que he decidido que sería muy tonta si al menos no pintase como quiero”

En ese paisaje virgen, solitario, árido y monumental, abierto a un cielo inmenso, Georgia renace como artista y como persona, hasta adquirir la categoría de icono. Se envuelve en un halo de llanera solitaria absorbida por el paisaje: “he pintado este paisaje tanto, que ya es mío. Lo he observado tanto”, dice.

Fueron muchos los fotógrafos que  iban a visitarla para retratar a su musa en aquel lugar tan suyo. Entre ellos Ansel Adams, John Loengard y Todd Webb, con quien se fue, con 74 años, de expedición en una balsa siguiendo el curso del río Colorado.

Observa, pasea, se adentra en las montañas, y pinta lo que ve y siente hasta el final de sus días.

Muere en 1986 a los 98 años. Cuando le preguntan, en un documental, si sigue paseando (con su edad avanzada) por aquellos barrancos, ella mira fijamente a la cámara y contesta “¿No lo harías tú? ¿No los recorrerías tú si vivieses aquí?”

Hoy las dos casas, que más amó la pintora, pertenecen a Georgia O´Keeffe Museum.

Documental realizado en 2017, por Lisa Immordino Vreeland para M2M.tv.

Entrevista donde la productora y gran contadora de historias Perry Miller Adato (1920 – 2018), otro personaje en sí, narra cómo le animaron a realizar un documental sobre la artista viva norteamericana más famosa del momento, para el programa de tv The Women in Art

“Hay algo inexplicable en la naturaleza que me hace sentir que el mundo es mucho más grande que mi capacidad de comprenderlo – intentar entenderlo tratando de plasmarlo. Encontrar la sensación de infinito en la línea del horizonte o simplemente en la próxima colina”

Escribió a O´Keeffe instándole a que fuera ella quien hablase por primera vez sobre sí misma y sobre su obra, que fuera ella quien contase su propia historia. Le mandó la carta a Nuevo México, sin gran fe en conseguir una respuesta, y al cabo de seis meses recibió su confirmación. O´Keeffe por entonces estaba preparando un libro sobre su obra, contaba con 87 años, y le comentó a Perry Miller Adato que no le interesaba formar parte de la serie The Women in Art.

Renegaba del término “mujer artista, Los hombres me consideran la mejor pintora… pero yo creo que soy uno de los mejores pintores”, decía.

El documental “Georgia O’Keeffe” se presentó en 1977 en la National Gallery of Art, en Washington, coincidiendo con el 90 cumpleaños de la artista.

Perry Miller Adato habla sobre el documental que realizó y produjo sobre Georgia O´Keeffe para el programa Women in Art en 1977.

https://youtu.be/UonkqMuOZgM

Georgia O’Keeffe a Life in Art, 2003.

Cortometraje realizado por Perry Miller Adato para el Georgia O´Keeffe Museum en Santa Fe.

Desde la ventana de su dormitorio, O´Keeffe podía ver la carretera que aparece en esta pintura. Es una vista que contemplaba todos los días y aquí parece estar pintada sobre la nieve del duro invierno mexicano. Su arco ondulado y estilizado recuerda las cuidadas formas de la caligrafía japonesa en una minimalista composición en la que solo el título indica el tema.

Esta carretera fue la conexión de O´Keeffe con el mundo y parece aludir a los numerosos viajes que la artista realizó por todo el planeta durante el último tercio de su larga vida.

Carretera en invierno I, 1963. Óleo sobre lienzo. National Gallery or Art. Washington

Viajes por el mundo

En 1945 O´Keeffe adquirió una hacienda en ruinas en el pequeño pueblo de Abiquiú y cuatro años después se trasladó a Nuevo México definitivamente. Su nueva casa, en especial una de las puertas del patio, aparece en mucha de sus obras.

Desde comienzos de la década de 1950, la artista alternó su vida rural con una serie de viajes internacionales que la llevaron a recorrer todos los continentes, las numerosas horas de vuelo le hicieron cambiar de nuevo de perspectiva. Asombrada con la belleza del mundo visto desde las alturas, realizó unas obras que parecen entroncar con su obra abstracta temprana.

En el patio III, 1948. Óleo sobre lienzo.
Georgia O´Keeffe Museum, Santa Fe

“Esta puerta es la razón por la que compré esta casa”. 1963

Patio con nube, 1956. Óleo sobre lienzo. Milwaukee Art Museum, Milwaukee

«Tenía en la cabeza colores claros y nítidos, pero un día mientras miraba la madera marrón quemada de la cabaña pensé: Puedo pintar uno de esos cuadros de colores lúgubres que pintan los hombres»

Durante su extensa carrera, O´Keefe realizó series que le permitieron elaborar un mismo motivo desde diversas perspectivas. El patio de su nueva casa en Abiquiú fue un tema recurrente desde 1946 hasta 1960.

O´Keeffe fijó obsesivamente si atención en una de las puertas en un proceso en el que los detalles se reducen a lo esencial.

Sobrias y llenas de luz, estas pinturas parecen anticipar el estilo minimalista del arte estadounidense de los años sesenta.

Puerta negra con rojo, 1954. Óleo sobre lienzo. Chrysler Museum of Art. Norfolk

«A menudo nos alejábamos del pueblo al atardecer. No había carreteras asfaltadas  ni vallas, ni árboles; parecía el mar, pero era una tierra muy amplia. El lucero de la tarde estaba en lo alto del cielo del atardecer cuando todavía era de día. Esa estrella vespertina me fascinaba…Solo tenía que caminar con ella hacia la nada y hacia el amplio espacio del crepúsculo»

Carretera al rancho, 1964. Óleo sobre lienzo.
Myron Kunin Collection of American Art, Mineápolis

“Es espectacular cuando uno se alza sobre el mundo en el que ha estado viviendo… El mundo absolutamente simplificado bello y bien delineado en esquemas, como simplificarán y ordenarán esta época nuestra el tiempo y la historia”

Escritas en el avión, estas palabras explican la fascinación que O´Keeffe sintió al volar. Durante sus viajes en avión, la artista tomaba apuntes en pequeños trozos de papel que luego dieron lugar a una serie de carboncillos. Tras los dibujos surgían los óleos. A pesar de que parecen representar el curso sinuoso de los ríos, los títulos indican que las composiciones pueden entenderse como puras abstracciones.

Dibujo IX, 1959. Carboncillo sobre papel. Georgia O´Keeffe Museum, Santa Fe

“el maravilloso y enorme cielo; me dan ganas de respirar tan profundamente que parece que me voy a romper. Es tan grande que necesito salir”

Alfred Stieglitz, Georgia O´Keeffe. Galeria Nacional de Arte,
Ed Galloway, 1983
Ansel Adams. Georgia O´Keeffe pintando en su coche en Ghost Ranch, Nuevo México, 1937

Desde 1920 utilizó los mismos colores el rojo de alizarina, el blanco de plomo, el blanco de cinc, el verde de cromo, el azul cerúleo, el azul cobalto, el amarillo de cadmio, el rojo de plomo, los rojos de óxido de hierro y los ocres.

 Nadie puede ver una pintura de O’Keeffe sin ser afectado profundamente. Así se inicia la mística y así continúa”. Anselm Adams

Foto de Laura Gilpin. El estudio de Georgia O´Keeffe en Abiquiú con
vistas al valle de Chama, 1960

Inició su formación artística, junto con sus hermanas Anita e Ida, con una acuarelista local, Sara Mann.

La rigidez en la enseñanza la desmotivo al punto de decir que nadie le “había enseñado a pintar a su manera”.

Entre 1905 y 1907 estudió en la Escuela del Instituto de Arte de Chicago, luego en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York.

En 1908 con su obra “Conejo muerto con el crisol de cobre”, ganó un premio que le permitió gozar de una beca y asistir a la Escuela de Verano al aire libre de la Liga en Lake George, Nueva York.

Alfred Stieglitz, Georgia O´Keeffe, 1921. Galeria Nacional de Arte,
Ed Galloway, 1983

La enfermedad de su madre es el motivo por el que la familia se traslada a Charlottesville en el estado de Virginia, donde retoma sus estudios.

A partir de 1912 da clases de arte en Canvon y Amarillo, en Texas, y en la Universidad de Columbia desde 1915.

Sus obras abstractas al carboncillo la convirtieron en una de las artistas estadounidenses pioneras en explorar la abstracción. Obras llenas de originalidad y modernidad.

«Decidí que iba a hacer dibujos e iba a empezar con carboncillo y no iba a usar ningún color hasta que pudiera hacer lo que quería hacer con carboncillo o pintura negra»

Alfred Stieglitz, Georgia O´Keeffe. “Manos contra dibujo con formas redondas”, 1919

En sus dibujos en blanco y negro se nota la influencia del fotógrafo y pintor Arthur Wesley Dow (que incorporó la estética y técnica del arte oriental); y los escritos de Wasili Kandinsky, su libro «De lo espiritual en el arte», fue su libro de cabecera

«Sentí resonar en mi espíritu lo que para Kandinsky era la pintura…”el principio de la necesidad interior”. John Loengard

Paseo nocturno Ghost Ranch, 1966

El Taller

Tras sus numerosos viajes, e infinitos paseos Georgia O´Keeffe entraba en su estudio, donde trabajaba en soledad. Allí, alejada de otras miradas, continuaba su trabajo pictórico.

Desde sus años de estudiante a comienzos del siglo XX, desarrollo un método artístico al que fue fiel a lo largo de una carrera que duró más de seis décadas. Metódica, constante, rigurosa, y técnicamente cualificada, revela en sus obras un plan deliberado y cuidadosamente ejecutado para comunicar una experiencia visual sin ambigüedades.

Hay pocos detalles involuntarios o incluso espontáneos. Las formas, los colores, las texturas, los fondos sin pintar, incluso las dimensiones o las proporciones entre la altura y anchura de sus cuadros están cuidadosamente calculados.

Al igual que Friedrich Nietzsche, que aseguraba que para escribir se necesitaba la intervención de los pies, en referencia a la necesidad de andar para que el pensamiento fluyera, O’Keeffe caminaba para pintar después.

Durante aquellas horas que pasaba en l naturaleza, la artista además recolectaba aquello que encontraba en su camino, como las piedras del río, después las llevaba a su taller, donde se convertían en tema de sus obras. Tras ser plasmadas en el lienzo, estos trofeos pasaban a formar parte de una particular colección con la que decoró sus sucesivos talleres y casas donde vivió.

“La pintura es quizás un híbrido moderno: una fusión del color cubista, las líneas de fuerza del precisionismo y el lenguaje de la lente fotográfica»

En el año 1937 la empresaria de cosmética Elizabeth Arden le encargó un cuadro con la representación de la flor de estramonio para decorar el gimnasio de su salón de belleza de Nueva York.

“Estramonio” es la obra más cotizada de la historia del arte pintada por una mujer, ya que fue vendida en el año 2014 por la Casa de Subastas Sotheby’s alcanzando la cifra de 44,4 millones de dólares.

 «Cuando era pequeña…cogía una concha… y me la ponía cerca de la oreja. Me habían dicho que lo que se oía era el sonido del mar«. «Lo inexplicable de la naturaleza es que me hace sentir que el mundo es inabarcable, más allá de mi comprensión y para entenderlo trato de darle forma a través de mis pinceles. Busco encontrar la sensación de infinito  en la línea del horizonte o justo sobre la siguiente colina»

En 1962 fue nombrada nº 50 de la Academia Americana de Artes y Letras, y en 1966 es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias. Entre otros importantes premios fue condecorada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor otorgado a los ciudadanos americanos.

En 1984 se trasladó a santa Fe, muriendo el 6 de marzo de 1986, a la edad de 98 años.

«Cuando pienso en la muerte, solo lamento que no podré volver a ver este hermoso país, a menos que los indios estén en lo cierto y mi espíritu siga vagando por aquí cuando yo ya me haya ido…»


De acuerdo a sus deseos fue incinerada y sus cenizas esparcidas en la cima de la montaña Pedernal.

«Es mi montaña privada, me pertenece, Dios me dijo que si la pintaba suficiente, podía quedármela. He estado absolutamente aterrorizada cada momento de mi vida. Pero nunca he dejado que eso me impidiese realizar ni una sola de las cosas que quería hacer»

Notas

1

Coincidiendo con la exposición dedicada a Georgia O’Keeffe, el museo ha organizado seis conferencias.

Tres de las sesiones corren a cargo de los especialistas estadounidenses Cody Hartley (director del Museo Georgia O’Keeffe de Santa Fe), Roxana Robinson (biógrafa de la artista) y Wanda Corn (historiadora de arte y cultura estadounidense).

En las otras tres, Marta Ruiz del Árbol (comisaria de la exposición), Clara Marcellán (comisaria técnica) y Susana Pérez y Marta Palao (restauradoras), todas ellas del equipo del Museo Thyssen, exponen sus investigaciones sobre O’Keeffe

26 de mayo

El vasto y asombroso mundo de Georgia O’Keeffe
Cody Hartley, director del Georgia O’Keeffe Museum, Santa Fe, Nuevo México

2 de junio

Georgia O’Keeffe: Una vida de artista
Roxana Robinson, escritora y autora de la principal biografía sobre la artista

9 de junio

Georgia O’Keeffe a través de las obras de las colecciones Thyssen-Bornemisza.
Susana Pérez y Marta Palao, responsable de Restauración.

16 de junio

Una mujer sobre papel (fotográfico).

Clara Marcellán, comisaria técnica de la exposición y conservadora de Pintura Moderna

23 de junio

Wanderlust y creatividad en O’Keeffe
Marta Ruiz del Árbol, comisaria de la exposición y conservadora de Pintura Moderna

30 de junio

Arte, ropa y decoración en Georgia O’Keeffe
Wanda Corn, profesora emérita de Stanford y comisaria de la exposición Georgia O’Keeffe: Living Modern

2

-Los textos de este artículo están tomados de las referencias que acompañan la exposición.

-Del catálogo de Georgia O’keeffe. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

-Museo Nacional Thyssen-Bornemisza: https://www.museothyssen.org/

– Museo de Georgia O’keeffe en Santa Fe: https://www.okeeffemuseum.org/about-georgia-okeeffe/.

– Video de la Inauguración de la exposición: https://www.youtube.com/watch?v=TI3jDOq6kUQ

-Vídeo de la comisaria de la exposición Marta Ruíz del Árbol, conservadora de pintura moderna del Museo: https://www.youtube.com/watch?v=Oc6wzrRrHf4

-La edición Wright/O´Keeffe de la editorial H Kliczkowski, Colección “Duetos”.

3

Ahora. Periódico semanal independiente de política, economía y cultura

Nº 43. 22/07/2016

https://www.ahorasemanal.es/georgia-o%E2%80%99keeffe-la-mujer-que-sustituyo-a-las-modelos-por-flores

4

Georgia O’Keeffe, entre tierras baldías

Por María Pérez de Arenaza, “On the 50 road”

12/4/2018 https://onthe50road.com/georgia-okeeffe-entre-tierras-baldias/

5

El viaje de la libélula. Guadalupe Ferrández Sancho

https://www.elviajedelalibelula.com/single-post/georgia-o-keefe-la-gran-artista-moderna-americana-retrospectiva-museo-thyssen-bornemisza-madrid

5 comentarios sobre “Georgia O´Keeffe. 2nda parte y final”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.